Carta de Quim

Hola Mani,

Sabes que en la charla que tuvimos en Berlín, me impresiono vuestro relato y sobretodo los rostros que mostraban los amigos que experimentaban con el fuego.

En estos momentos estamos algunos amigos tomando contacto con gente de Mendoza con la imagen de que se formen nuevos núcleos de Comunidades del Mensaje. En este contexto, tomamos vuestra experiencia e hicimos algo parecido.

Cargamos con unos hornitos y salimos a una plaza. De camino, te confieso que no tenía ninguna fe. Me parecía una estupidez. Que pensaría yo si me encontrará 4 tipos soplando unas brasas?…

Montamos la mesa, pusimos los hornos encima y no pasaba nada. La gente pasaba a nuestro alrededor indiferente.

Un amigo encendió el horno y se puso a alimentarlo con ramitas y soplos y como por arte de magia, empezó a acercarse gente a preguntar que hacíamos. Entonces los invitabamos a que experimenten.

Al poco de alimentar el fuego, se les iba relajando su cara. Les preguntábamos que sentían. Se sentían más tranquilos? sentían paz? se veían más reflexivos? Las preocupaciones habían quedado de lado? Te sientes con más potencia?…

Poco a poco les invitábamos a que se miraran adentro. Como resonaban con el fuego? estas brasas eres tú? que te pasa cuando se avivan? que sientes? y no será lo mismo con los seres queridos?

Poco a poco íbamos entablando una conversación mientras alimentábamos el fuego. La conversación es calma con muchos momentos de silencio. Estábamos bien, en armonía y los tiempos se alargaban.

En concreto te puedo relatar la experiencia con una mujer.

Estaba alrededor de la mesa y veo una mujer soplando el hornito que encendí, con mucho afecto y concentrada. Ella soplaba suavemente y muy cerca, y miraba y miraba el fuego. Parecía como si atendiera a un bebé. Estaba haciendo algo importante. Estaba muy concentrada durante mucho rato. Sentía como le iba la vida… Me senté a su lado y le digo que estás brasas era ella misma. Uno necesita aire suave y alimento para mantenerse vivo. Ella se mantenía muy cerca del calor. Su cara estaba iluminada por el resplandor rojizo de las brasas, los ojos muy abiertos mirando fijamente…

La invitamos a la reunión que haríamos días después para sentir la paz, el silencio y la fuerza interna.

Según nos relató en la reunión, al día siguiente de soplar el fuego, tenía que ir de visita al sicólogo. Decidió no ir y se sintió aliviada por la decisión. Se dijo: Quiero salir de esta situación.

Con su pareja, se fueron al río Mendoza y se pusieron a leer el libro del Mensaje con calma, con reflexión, interpretando lo que leían…

Vinieron a la reunión tarde y con entusiasmo. Leían párrafos del libro y los comentábamos. Les parecía un libro muy poético que describía muy bien los lugares y los estados internos.

Nunca antes había visto a alguien que desde cero leyeran y estudiara el Libro. Nos preguntaban todo. Que eran las oscuridades más oscuras, cómo se sale de la contradicción, que representaban las praderas cristalinas…

Nos quedamos hasta altas horas de la noche compartiendo, hablando… Había una gran necesidad…

Después de esta experiencia, me sentí muy reconfortado. No es mucho lo que uno hace. Sólo pones a disposición las herramientas y alientas a que miren hacia dentro. La Mirada Interna. Desde esta mirada, la comprensión del libro y el camino es más fácil y podemos recorrerlo juntos.

Un fuerte abrazo
Quim

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